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Mitos de pies y la importancia del pie en la estructura del cuerpo
Lorraine Krohnengold

Esa pequeña parte de nuestro cuerpo llamada pie -con sus 26 huesos, 33 articulaciones y más de 100 músculos, ligamentos y tendones- es de gran importancia para el equilibrio total del cuerpo. Tiene tanta relevancia que en los mitos griegos de Aquiles, Edipo, Filoctetes y Zeus siempre hay una parte en que para debilitarlos o derribarlos, alguien les lesiona los talones o los pies.

 
La extraordinaria maestra de yoga italiana Vanda Scaravelli, en su libro Despertando la columna vertebral cita al psicólogo experto en simbolismo.

 
Paul Diel (1893-1972) quien decía que “el pie representa el estado y el destino del alma”, por lo cual, “cualquier lesión en esta parte del cuerpo puede interpretarse como una desconexión entre el hombre y el universo”.
 

Cuenta la leyenda que Filoctetes, rey de Melida, buscaba su rebaño mientras caminaba por el Monte Eta en Tesalia, cuando se encontró a Heracles sobre su hoguera de muerte aún agonizando porque ninguno de sus seguidores quería prender el fuego mientras seguía vivo. Heracles le ofreció su arco y sus flechas envenenadas a Filoctetes a cambio de que encendiera el fuego para dar fin a su vida.

 
Filoctetes era uno de los amantes de Helena. Fue el jefe de la expedición que transportó siete barcos a Troya. Cuando llegaron a Tenedo, decidieron hacerle un sacrificio a Apolo en la isla de Crise para recibir su protección y mientras estaban en el templo, una serpiente de mar mordió el pie de Filoctetes. Su dolor fue terrible y su herida se infectó al grado que el hedor y las quejas de Filoctetes hartaron a la tripulación.  Así, siguiendo el consejo de Ulises, lo abandonaron en la isla de Lemno mientras los barcos se regresaron a Troya guiados por Medonato. Gracias al arco y flechas que había intercambiado con Heracles, pudo sobrevivir cazando animales.

 
La leyenda de Aquiles cuenta que cuando él nació, Thetis, la Reina de los Mares, lo sostuvo del talón sumergiéndolo en las aguas mágicas del mar para que se volviera fuerte, sano e invulnerable. La única parte de su cuerpo que quedó fuera del agua fue el talón del cual lo asía Thetis, por lo cual permaneció como su punto débil. En caso de que lo hirieran ahí, moriría, como finalmente sucedió cuando le lanzaron una flecha. De ahí que se use la metáfora de “tendón de Aquiles” para designar nuestras partes vulnerables.

 
En la leyenda de Edipo, cuando él nace es entregado a un emisario que se lo cuelga al hombro con una cuerda que le agujera el talón, herida que se le hincha de tal manera que terminan designándolo  como “Edipo, el de los pies hinchados”.

 
Y hasta al olímpico dios Zeus armado con su “hoz de acero”, cuando entró en batalla cuerpo a cuerpo con Tifón, éste le arrebató la hoz con la cual le cortó los tendones de los pies. Los envolvió en una piel de oso y se los entregó a la dragona Delfine para su custodia, quien los guardó en una cueva hasta que Hermes y Pan los recuperaron y se los colocaron a Zeus donde correspondían. Así pudo volver a montar su carro y finalmente vencer a Tifón.

 
Remontándonos al Lejano Oriente, para los chinos taoístas, “el hombre noble respira con los pies”, mientras que “la masa de hombres respira con sus gargantas”. Para los japoneses, “el ciclo del Qi (energía o aliento vital) empieza en la coronilla y llega hasta las plantas de los pies al exhalar y regresa por la columna vertebral desde los pies hasta la coronilla al inhalar”. En la India los pies son reverenciados a tal grado que para mostrar la devoción a su gurú o deidad, los indios se prostran frente a ella y le besan los pies.

 
Basta con hacer consciencia para darnos cuenta de que los pies son nuestro sostén, nuestra raíz, sobre los que recae todo el peso de nuestro cuerpo y están directamente relacionados a la alineación de nuestra columna vertebral. Decía la bioquímica neoyorkina (1896-1979) creadora de la llamada “integración postural” o rolfing, Ida Rolf, que “el equilibrio corporal comienza en los pies porque la labor básica del pie y del tobillo consiste en ofrecer una base sólida mediante la cual la parte superior del cuerpo pueda relacionarse con el plano horizontal del suelo...sólo cuando procuramos obtener el equilibrio ‘desde el suelo’, desde la base, se pueden establecer los cimientos para solucionar los problemas puestos de manifiesto en la parte superior del cuerpo…también los pies son reveladores. Cualquier desequilibrio existente en niveles más elevados se muestra de manera inequívoca en los pies y en los tobillos.”

Una manera de cuidar nuestros pies más allá de hacernos un pedicure, consiste en masajearlos desde el talón hasta los dedos. Si nos sentamos y doblamos una pierna recargándola sobre la otra podemos con ambas manos ir apretándonos el pie. Con la goma de un lápiz, la orilla redondeada de una piedra o recargando cada área del pie sobre una pelota de golf o una semilla redonda, podemos ir liberando tensiones punto por punto a la manera de auto-reflexología. Si lo hacemos con las yemas de nuestros dedos, aprovechamos para ir sintiendo protuberancias o pequeños cristales que se forman y que son toxinas. Mientras más los trabajemos haciéndoles masaje, se irán disolviendo estos cristales y cada vez dolerán menos. Con un poco de aceite vegetal, recorramos la planta del pie desde el talón hacia los dedos una y otra vez con nuestros nudillos.

Luego démosles golpecitos con los nudillos, también, mientras lo detenemos desde el tobillo con la otra mano. Separemos dedo por dedo y movamos el pie hacia abajo y hacia arriba en flexión y extensión sintiendo el estiramiento desde el talón y sobre el empeine donde se encuentran los llamados “ligamentos astragoloscafoideos” y sintamos cómo están ligados a los ligamentos de la pantorrilla. Para terminar, cuidadosamente metamos los dedos de las manos entre los dedos de los pies procurando que se inserten y encajen hasta el fondo y con la mano opuesta apretemos ambos lados lo más fuerte que aguantemos por un momento. Dolerá, pero notaremos que se descongestiona hasta la nariz. Antes de hacer lo mismo con el otro pie, detengámonos unos instantes para sentir la diferencia entre un pie y el otro. Caminemos descalzos en todas las oportunidades posibles para estimular la circulación y las terminaciones nerviosas de todos los órganos que se reflejan en los pies. Y así estaremos bien parados en todos los sentidos.

 
¡Felicidad estructural y desde el tuétano para todos!

lokrohnen@yahoo.com.mx
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